miércoles, 21 de enero de 2015
domingo, 18 de enero de 2015
Reflexion
UN BREVE COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DIA DE HOY
El tema central de este domingo es la vocación,
al respecto la Palabra nos invita ir al encuentro del Señor.
Haciendo una re lectura de la Palabra,
vemos la actitud de San Juan Bautista y la de los Discípulos; San Juan Bautista
nos muestra a Jesús como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, o
sea nos muestra el verdadero camino verdadero de nuestra vida, Jesús mismo
dice: “Yo soy en camino la verdad y la vida”.
Por eso, los Discípulos escuchando
las palabras del profeta, tienen el deseo de conocer al Señor, por eso mismo
preguntan: “¿dónde vives?”, Jesús no dice donde vive y a donde va, sino que
directamente dice: “Venid y veréis”. Con todo esto nos da a entender de que si
uno quiere conocer a Cristo y saber donde vive, necesariamente tiene que
hacerse seguidor de Cristo, esto implica ir detrás de él, e ir a su encuentro,
sobre todo uno debe tener esta actitud de escucha, pero no solamente debemos
quedarnos en la escucha, sino que debemos palpar y experimentar a través de su
palabra y nuestro propio testimonio de vida, pero dar un buen testimonio de
vida implica salir de uno mismo e ir al encuentro del otro, así en todos los
seres amados por Dios, así podremos sentir y vivir la verdadera presencia del
Señor en cada uno de nosotros, y el encuentro con el Mesías en los hermanos y
hermanas.
Así como San Juan dió el verdadero
testimonio de Cristo, así también a nosotros invita a dar el testimonio de
Cristo, pero no solamente escuchando su Palabra, sino que esta misma palabra
que escuchamos, la tenemos que vivirla entre los hermanos, en nuestra familia,
en nuestra zona o barrio, o en los grupos de Fe, y en todo la Iglesia universal
que es la Iglesia viva de Cristo, donde todos los Bautizados estamos invitados
a ser los Discípulos y misioneros de Cristo, esto implica un proceso de
formación cristiana, o sea nuestra formación como cristianos debe ser continua
y no por un solo momento. Entonces recemos
pues por toda la Iglesia de Cristo, por todos los hermanos y hermanas en Cristo
Jesús, todo esto encomendemos a la intercesión de nuestra Madre la Virgen
María, quien es la primera Discípula de Cristo, para que interceda ante su por
todos. Amen.
AYATA PUEBLO QUERIDO
Foto Centro Acción Ayata
AYATA, SEGUNDA SECCION MUNICIPAL DE LA PROVINCIA MUÑECAS DEL DEPARTAMENTO DE LA PAZ BOLIVIA.
EN ESTE MISMO PUEBLO SE ENCUENTRA LA PARROQUIA SAN LORENZO DE AYATA.
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viernes, 16 de enero de 2015
Las bienaventuranzas
LAS OCHO DESCONCERTANTES FELICIDADES (BIENAVENTURANZAS)
Las Bienaventuranzas fueron predicadas por Jesús desde la altura de la
montaña, que baja hasta el lago de Tiberíades.
La imagen invertida de la
montaña reflejada en el lago terso nos enseña que todos los que quieren
iniciarse en los místerios del espíritu deben aprender a invertir todas sus
maneras de ver y de hacer, la dirección de sus deseos, el diseño de su vida.
1. La felicidad de la pobreza en el espíritu. Es apetecer la
simplicidad, por encima de las satisfacciones del propio pensar y saber. Es
disponibilidad de despojo y de renuncia, para no quedarse en lo inmediato y
buscar lo trascendente. Ante el Reino de los cielos no hay ninguna riqueza
comparable.
2. La felicidad del sufrir. Es manifestación de aguante interior, de
serenidad y mansedumbre. Dios es el que reivindica y defiende. Hay que saber
sufrir los sufrimientos y las privaciones. El mundo necesita testigos de
mansedumbre, de dulzura y de fortaleza en el sufrimiento.
3. La felicidad del llanto. ¿Qué es llorar? Es el primer grito, la
primera expresión del hombre. Llora el que es capaz de una nostalgia, el que
siente una separación, el que anhela volver al ámbito cálido y profundo de lo
original. La felicidad de las lágrimas lavan los ojos para ver el consuelo de
la ternura de Dios. No son lágrimas de tristeza o melancolía, sino de fe.
4. La felicidad del hambre y de la sed. Desde la experiencia de las
necesidades del cuerpo, hay que descubrir el hambre y la sed de justicia, que
es el alimento del alma y significa la voluntad de Dios. Por lo tanto, la
justicia es la salvación total. No hay que hambrear lo perecedero, que no
sacia, ni beber lo que no tiene espíritu de transcendencia.
5. La felicidad de la misericordia. Significa caridad recíproca y
activa, significa perdón. Esta bienaventuranza se opone al materialismo y
positivismo farisaico, que despreciaba a los pobres, a los desgraciados y a los
pecadores. Seremos medidos por Dios con la misma medida de misericordia que
usemos con los demás.
6. La felicidad de la limpieza. bienaventurados lo que tienen limpio el
corazón, como si fuese agua clara de montaña que permite ver el fondo en el que
Dios se refleja. El que quiera ver a Dios que lave su corazón sucio para que
pueda contemplar en lo profundo de su interior el valor de lo eterno.
7. La felicidad de la paz. Los pacíficos no son los tranquilos, sino los
que hacen la paz, quienes la componen a partir del desorden, quienes la crean
desde el caos. La paz es el sello de Dios, la plenitud en la unidad.
8. La felicidad de la persecución. El creyente sabe que la vida no es
fácil, que la fidelidad al Evangelio exige muchas renuncias, que la
incomprensión es el distintivo de los que siguen las enseñanzas del Maestro,
pero sobre todo que el Reino de los cielos bien vale cualquier persecución.
Andrés Pardo
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